La comida y nuestra increíble dependencia con ella
Es probable que los sabores, los aromas y texturas de la comida nos hayan hecho más inteligentes, durante estos 100 mil últimos años. Inclusive nos hemos vuelto emocionalmente dependientes de ellos. Pero, ¿cómo sería posible esto?
No te parece obvio que, la comida con sus sabores, aromas, texturas, la energía que nos da, la felicidad y la emoción que nos brinda, la satisfacción que sentimos en cada bocado, ¿es el elemento más importante para la raza humana, hoy en día? Hay estudios concisos y comprobados que afirman que el cerebro de los Homo Sapiens creció por la deglución, es decir, el ejercicio de masticar los alimentos por un periodo de tiempo prolongado. Sobre todo, huesos y carne cruda, que exigía a las mandíbulas masticar fuertemente, antes de tragar.
No obstante, otros estudios como los realizados por la UK Research and Innovation desestiman esta teoría al proponer que los Homo Sapiens, al tener mayor producción neuronal, o en palabras más simples, “eran más inteligentes” que otros primates como los Neandertales, descubrieron que al cocinar sus presas en el fuego, estás no se dañaban tan rápido, evitaban enfermedades contraídas por bacterias y tenían además, “Cierto gusto a BBQ”. Las 2 teorías concuerdan en que los humanos maduramos intelectualmente gracias a nuestra alimentación.
A partir de aquí, vuelvo a mi teoría de que, gracias a los gloriosos sabores y texturas de los alimentos logrados a través de la alquimia con fuego, especias y agua, más todas las frutas y verduras, el ser humano comenzó su relación de amor con estos. Pero, no son los alimentos en su esencia lo que nos atrae. Nosotros no comemos conscientemente las proteínas, los carbohidratos, las grasas por sus aportes esenciales. Nos comemos todo esto nada más que por su sabor y la sensación de satisfacción y placer, muchas veces orgásmica, que nos brinda. Necesitamos y queremos sentir, cada 4 horas, esta sensación de tranquilidad, de plenitud, que nos da paz emocional.
Es tan fuerte esta relación íntima, secreta muchas veces, del ser humano con el placer de comer, que hemos llegado a tal punto que todas nuestras más importantes celebraciones tengan como principal invitado a la comida. Y esto, ¡en todo el mundo!.
No hay país, civilización, grupo, etnia, raza en donde un buen banquete, sea cual fuere su contenido, no sea su principal elemento de regocijo, la comida. ¿O quién no espera el delicioso plato especial en un matrimonio?. ¿Qué pasa si vas a un matrimonio de lujo y te sirven ensalada y galletas? ¡Yo me voy a por una pizza y regreso! Y en Navidad ni hablar. El Pavo de la abuela, el Cochino del tío Pepe, los mejores vinos y jamones, o las más exquisitas ensaladas y verduras para los vegies.
¿Sabías que las relaciones sexuales son más satisfactorias luego de una deliciosa cena…?
Cada vez que ingerimos un alimento que nos gusta, nos da satisfacción emocional y corporal, sentimos que cada bocado, cada mezcla de sabores en la boca, nos une con el cielo, nos trae recuerdos de la infancia o de los mejores amigos. Entonces sí, no hay duda que hacemos el amor con la comida, hasta podemos decir que, luego de comer, las relaciones sexuales son más satisfactorias. ¿Verdad?
Todos estos sentimientos han aportado en la historia humana a su co relación entre sí. Los sabores y lo que la comida nos hace sentir, ha conseguido que socialicemos, planifiquemos, solucionemos problemas, nos enamoremos o nos enemistemos. Compartir la comida nos ha conseguido buenos amigos y hasta hemos conquistado a nuestras suegras. Por esto insisto que el placer de comer, nos ha hecho más inteligentes y sociables.
Es tan poderoso este sentimiento, que las industrias alimenticias más importantes del mundo, invierten cientos de millones de dólares en la investigación de nuevos sabores para crear una “necesidad inducida” de consumir tal o cual alimento, a la mayoría de paladares posibles. Un ejemplo de esto es el famoso Glutamato Monosódico”, es altamente adictivo. O simplemente, el azúcar. Así, podríamos decir que muchas empresas alimenticias, están jugando con nuestros sentimientos alimenticios. Inclusive, algunas aprovecha nuestra dependencia amorosa con ellos.
Las abuelas decían, es bueno cilantro, ¡pero no tanto! Enamorémonos y enamoremos con la comida, así que, con más razón aun, de la manera como escogemos a nuestra pareja, escojamos nuestra comida. ¡Buen provecho, epicúreos!